RESEÑA

En un momento en el cual el delito parece adueñarse de nuestros miedos con un incremento de nuestra inseguridad y un tema tan vigente y cuestionado como son los menores infractores, aparece esta obra para captar la tragedia montevideana, una problemática social que golpea nuestra sensibilidad. Ambos personajes plantean dos mundos totalmente opuestos donde presentan con intensidad los diferentes argumentos que separan, pero también, inevitablemente, atan estas dos partes del conflicto social. Victima y victimario intercambian sus papeles en una vuelta final que los iguala en la condena que todos cumplimos, y los propone como imágenes especulares invertidas que pugnan (y repugnan) por reconocerse. Una de las virtudes del texto es devolvernos los matices, los grises, claroscuros, combinando el realismo de un tema muy candente, con una buena cuota de imaginación. El tema no concluye, el final puede ser el principio. Plantea una salida, la de dejar un haz de luz sobre este intrincado tema.

La obra es adaptable a cualquier espacio siendo que el “Observatorio Teatral” propone un TEATRO ÍNTIMO, donde el espectador se reencuentra con el teatro de cerca, el teatro que motiva, genera imágenes constantes y relación con los personajes. El dialecto uruguayo de “Y después que…?” propone esa cercanía que nos conecta entre actores/espectadores, esa barrera que una vez más se rompe y nos traslada a sentirnos parte de la misma tarea, que es la de dejar una identificación personal con cada espectador, cada persona que asista a la obra. Nadie se va negar a concurrir a este hecho.  Allí donde el teatro frontal nos ha puesto un poco a distancia, la investigación de este tipo de teatro y sobre todo la obra que proponemos nos llevó hacia un lugar donde jugamos el rol de educadores a su vez, en el concepto de motivar a las personas a participar en éste espectáculo que nos lleva a constatar los más mínimos detalles expresivos que impulsan a conmover una vez más el Teatro Uruguayo.  

Su temática consiste en un menor de 17 años interrogado en un locutorio luego de haber sido llevado por la policía, por un delito de crimen agravado (asesinato de una persona adulto mayor) que el joven niega. En la obra desde el comienzo de la misma hasta el final, los personajes recurren constantemente a beber agua como un elemento que los motiva a vivir, un elemento más de la vida que auxilia el ahogo, la presión, los nervios y sobre todo se comparte entre uno y otro personaje. Los cuestionamientos del hombre al menor hacen que el joven reaccione de múltiples maneras e incluso cambien de roles, recolecten historias pasadas de experiencias de vida hasta llegar al límite de la violencia psicológica, verbal o física.

Es una pieza teatral de mucha tensión con notaciones de humor y sensibilidad en momentos de mayor intensidad.